CATEGORIZACIONES URBANAS
Esta arquitectura va más allá de ser un espejo del presente,
como sucedía con la arquitectura de los deconstructivistas
durante el final de los 80." Rem Koolhaas
Las categorizaciones urbanas, que tanto comprometieron la vocación de la ciudad, se rompen dentro del análisis urbano de la ciudad hojaldre (García C. 2004), al evidenciar que la ciudad no posee por sí misma una categoría, sino que es la suma de todas las manifestaciones y decisiones de sus habitantes superpuestas.
El lenguaje urbano, que permite la lectura de la ciudad, nos convida a visualizar las múltiples facetas que contiene un asentamiento dependiendo desde la óptica a que se someta. Así, la ciudad se vuelve sensorial y se interpreta de manera individual dentro de un imaginario colectivo, y contradictoriamente desde sus conexiones funcionales, reales o virtuales.
Las cuatro visiones, que se desprenden del texto de “La Ciudad Hojaldre”, que se despiezan en doce formas de ver la ciudad, contienen en sí misma la realidad contemporánea de las actividades citadinas comprometiendo lo económico, lo comercial, los social, lo recreativo, lo lúdico, lo cultural, lo filosófico, lo ambiental, lo tecnológico, entre otras, donde las actividades se sobreponen. Esta visiones ofrecen la ciudad desde el existencialismo, es decir nos muestran “que es la ciudad”, y no una visión estructuralista de “como es la ciudad”, sin establecer categóricamente modelos de ciudad generales o universales, lo cual deja abierta la puerta para significar otras formas ver la ciudad.
"La sociedad industrial es urbana. La ciudad es su horizonte", afirma Choay (1965), y se aplica al paisaje de la contemporaneidad, de la cultura urbana globalizada que se impone en este siglo y se extiende al análisis de las teorías urbanas recientes, y la aplicación de conocimiento de las teorías de Jane Jacobs y Kevin Hynch. La crisis del petróleo, el tardo capitalismo y el posmodernismo, influyen en la cultura urbana del siglo XXI generando relatos dependiente e independientes, conectados o no, propios del pensamiento contemporáneo se agrupan en cuatro visiones existenciales.
Simplificar el concepto de ciudad, en la figura del hojaldre, y determinar que es la sucesión de hechos y acontecimientos, en vez de la formalidad y racionalidad de lo edificado, que se yuxtaponen, sobreponen, amalgaman, de manera simultánea y dinámica, el componente de la formación de lo urbano, que genera una ciudad compuesta y entendida desde la actividad del ser que habita, es el gran aporte de Carlos García Vázquez a la interpretación del urbanismo contemporáneo.
Así, la ciudad no es el espectáculo de las grandes obras de infraestructura, ni la aplicación de grandes planes de ordenamiento o desarrollo, sino, la suma de relatos, que se integran o se separan.
La ciudad no es un fin, es la consecuencia de innumerables acontecimientos, conectados o no, inclusive contradictorios, donde se lee la cultura urbana de ésta contemporaneidad. Carlos García, Enfrenta la ciudad en cuatro visiones antagónicas, cultural, sociológica, orgánica y tecnológica, y las fragmenta para su comprensión en capas. Las capas generales del hojaldre, analizan la ciudad desde la historia con una visión culturalista, desde la sicología y la economía con una visión sociológica, desde la filosofía y la ciencia con una visión organicista, y desde la técnica con una visión tecnológica.
Estas visiones, a su vez, se pueden entender desde la óptica de García Vázquez, en el resultado de amalgamar realidades urbanas que se entrecruzan desde lo económico, social, político, filosófico, cultural y lúdico, materializando 12 capas que se interponen y que llama, ciudad de la disciplina, ciudad planificada, ciudad poshistórica, ciudad global, ciudad dual, ciudad del espectáculo, ciudad sostenible, ciudad como naturaleza, ciudad de los cuerpos, ciudad vivida, ciberciudad y de clip, todas vistas desde la experiencia subjetiva y existencialista del autor.
La ciudad deja de ser la gran obra de infraestructura formal y espacialmente, conectada a través de de cordones de asfalto y se muestra como la sucesión, interconexión y yuxtaposición de fragmentos, ya no entendidos desde la forma la función y la estructura vitrubiana, sino desde lo vivencial, demarcando territorios que se proyectan sobre el suelo urbano, como una consecuencia del ser habitante, que genera tensiones sobre la superficie.
Rossi (1966) en su obra “la Arquitectura de la ciudad” utilizó la frase “la ciudad por partes” para significar el fraccionamiento urbano que Carlos García coloquialmente compararía con el hojaldre, pero difiere de Rossi cuando afirma en un sentido meramente estructuralista “…que los lugares son más fuertes que las personas, el escenario más que el acontecimiento.”, al definir la ciudad en fragmentos que son consecuencia de un acontecer existencial forzado por sus habitantes, cambiante, superpuesto y en continuo movimiento que rompe el concepto formal de la ciudad con vocación definida.
La visión Culturalista, analizada en el escrito anterior, se limita a relatos temporales en espacios determinados que aclaran el curso histórico de la planificación urbana desde el movimiento moderno.
Así, la ciudad de la disciplina o “refundación científica del urbanismo” según Aldo Rossi, maneja tres elementos a saber: La lectura de lo existente, Las relaciones entre tipología y arquitectura, y la identidad, enfrentan la ciudad desde el estructuralismo basado en la historia.
La ciudad de la planificación, enmarcada dentro de la utopía del ordenamiento territorial y los planes generales de desarrollo, quedo sometida al caos, del crecimiento acelerado desordenado y vernáculo, que fue más rápido que los planificadores, asumiendo este papel los inversionistas privados que sometieron los planes urbanos a sus intereses económicos, y su contraposición expresada en la ciudad Chip, con su descentralización, desregularización y desidentificación de sus actividades económicas.
La ciudad poshistórica, opuesta a las dos visiones anteriores, presenta un nuevo urbanismo basado en tendencias históricas, e implementado con códigos arquitectónicos que pretenden introducir una nueva lectura, con el peligro de generar una desintegración formal del objeto entre sí y con su entorno.
Desde la visión sociológica, con parámetros netamente existencialistas, se plantea la ciudad desde la sociedad que la habita.
Analicemos las cuatro formas de ver la ciudad a partir de lo social:
La ciudad Global, ajustada a un sistema económico de oferta y demanda, de producción y consumo, amparado en la comunicación, sin estar determinados por el espacio físico. Esta visión urbana genera una nueva lectura de ciudad: la Metápolis, en donde los medios urbanos, oferta y servicios se integran a través de la res global de comunicaciones generando una nueva forma de ciudad sin espacio físico.
La ciudad Dual, que se alimenta por las contradicciones humanas de clase, raza y nacionalidad, definidoras de su espacialidad y segregación, muestra oculta dos caras de una misma ciudad, donde los bordes urbanos de la fragmentación toman sentido. Este proceso de marginalización es llamado gentrificación.
La ciudad del espectáculo, que según Jean Baudrillard, circula entre lo ocioso, lo cultural y el consumo, sumando escenarios que afectan lo económico, en una descarada simulación de ciudad.
La definición de Ciudad Sostenible como modelo urbano, se puede definir al igual que la expresión desarrollo sostenible que según el Informe Brundtland (UNCED, 1987), “«… es el desarrollo que satisface las necesidades actuales sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades»
Desde la visión organicista, encontramos:
La ciudad como naturaleza, se basa en la aplicación de fenómenos naturales para representar el crecimiento y la complejidad de un conglomerado urbano, enfrentando aspectos antagónicos, propios de lo natural como la armonía y la belleza versus el caos y la multiplicidad.
Analiza la ciudad como un ser humano, basado en mediciones antropomórficas, inyecta a la ciudad caracteres propios de los seres vivos, desde los primitivos conflictos, caos, enfermedades, hasta lo armónico y saludable.
La ciudad vivida, es una visión fenomenológica nacida de las vivencias e interpretaciones que cada ciudadano da de su hábitat llamada “ciudad de los sentidos” negando los planteamientos urbanos de la modernidad.
Por último la visión tecnológica de la ciudad, dividida en La ciberciudad, se determina por dos componentes conceptuales: el ciberespacio como en “lugar de estar”, por donde se circula como si se tratara de un medio físico tangible; y el cibernauta que es el ser-habitante de ese espacio virtual. Este nuevo “territorio” permite la rotura de lo material y del desplazamiento físico, reformulando el urbanismo.
El lenguaje urbano, que permite la lectura de la ciudad, nos convida a visualizar las múltiples facetas que contiene un asentamiento dependiendo desde la óptica a que se someta. Así, la ciudad se vuelve sensorial y se interpreta de manera individual dentro de un imaginario colectivo, y contradictoriamente desde sus conexiones funcionales, reales o virtuales.
Las cuatro visiones, que se desprenden del texto de “La Ciudad Hojaldre”, que se despiezan en doce formas de ver la ciudad, contienen en sí misma la realidad contemporánea de las actividades citadinas comprometiendo lo económico, lo comercial, los social, lo recreativo, lo lúdico, lo cultural, lo filosófico, lo ambiental, lo tecnológico, entre otras, donde las actividades se sobreponen. Esta visiones ofrecen la ciudad desde el existencialismo, es decir nos muestran “que es la ciudad”, y no una visión estructuralista de “como es la ciudad”, sin establecer categóricamente modelos de ciudad generales o universales, lo cual deja abierta la puerta para significar otras formas ver la ciudad.
"La sociedad industrial es urbana. La ciudad es su horizonte", afirma Choay (1965), y se aplica al paisaje de la contemporaneidad, de la cultura urbana globalizada que se impone en este siglo y se extiende al análisis de las teorías urbanas recientes, y la aplicación de conocimiento de las teorías de Jane Jacobs y Kevin Hynch. La crisis del petróleo, el tardo capitalismo y el posmodernismo, influyen en la cultura urbana del siglo XXI generando relatos dependiente e independientes, conectados o no, propios del pensamiento contemporáneo se agrupan en cuatro visiones existenciales.
Simplificar el concepto de ciudad, en la figura del hojaldre, y determinar que es la sucesión de hechos y acontecimientos, en vez de la formalidad y racionalidad de lo edificado, que se yuxtaponen, sobreponen, amalgaman, de manera simultánea y dinámica, el componente de la formación de lo urbano, que genera una ciudad compuesta y entendida desde la actividad del ser que habita, es el gran aporte de Carlos García Vázquez a la interpretación del urbanismo contemporáneo.
Así, la ciudad no es el espectáculo de las grandes obras de infraestructura, ni la aplicación de grandes planes de ordenamiento o desarrollo, sino, la suma de relatos, que se integran o se separan.
La ciudad no es un fin, es la consecuencia de innumerables acontecimientos, conectados o no, inclusive contradictorios, donde se lee la cultura urbana de ésta contemporaneidad. Carlos García, Enfrenta la ciudad en cuatro visiones antagónicas, cultural, sociológica, orgánica y tecnológica, y las fragmenta para su comprensión en capas. Las capas generales del hojaldre, analizan la ciudad desde la historia con una visión culturalista, desde la sicología y la economía con una visión sociológica, desde la filosofía y la ciencia con una visión organicista, y desde la técnica con una visión tecnológica.
Estas visiones, a su vez, se pueden entender desde la óptica de García Vázquez, en el resultado de amalgamar realidades urbanas que se entrecruzan desde lo económico, social, político, filosófico, cultural y lúdico, materializando 12 capas que se interponen y que llama, ciudad de la disciplina, ciudad planificada, ciudad poshistórica, ciudad global, ciudad dual, ciudad del espectáculo, ciudad sostenible, ciudad como naturaleza, ciudad de los cuerpos, ciudad vivida, ciberciudad y de clip, todas vistas desde la experiencia subjetiva y existencialista del autor.
La ciudad deja de ser la gran obra de infraestructura formal y espacialmente, conectada a través de de cordones de asfalto y se muestra como la sucesión, interconexión y yuxtaposición de fragmentos, ya no entendidos desde la forma la función y la estructura vitrubiana, sino desde lo vivencial, demarcando territorios que se proyectan sobre el suelo urbano, como una consecuencia del ser habitante, que genera tensiones sobre la superficie.
Rossi (1966) en su obra “la Arquitectura de la ciudad” utilizó la frase “la ciudad por partes” para significar el fraccionamiento urbano que Carlos García coloquialmente compararía con el hojaldre, pero difiere de Rossi cuando afirma en un sentido meramente estructuralista “…que los lugares son más fuertes que las personas, el escenario más que el acontecimiento.”, al definir la ciudad en fragmentos que son consecuencia de un acontecer existencial forzado por sus habitantes, cambiante, superpuesto y en continuo movimiento que rompe el concepto formal de la ciudad con vocación definida.
La visión Culturalista, analizada en el escrito anterior, se limita a relatos temporales en espacios determinados que aclaran el curso histórico de la planificación urbana desde el movimiento moderno.
Así, la ciudad de la disciplina o “refundación científica del urbanismo” según Aldo Rossi, maneja tres elementos a saber: La lectura de lo existente, Las relaciones entre tipología y arquitectura, y la identidad, enfrentan la ciudad desde el estructuralismo basado en la historia.
La ciudad de la planificación, enmarcada dentro de la utopía del ordenamiento territorial y los planes generales de desarrollo, quedo sometida al caos, del crecimiento acelerado desordenado y vernáculo, que fue más rápido que los planificadores, asumiendo este papel los inversionistas privados que sometieron los planes urbanos a sus intereses económicos, y su contraposición expresada en la ciudad Chip, con su descentralización, desregularización y desidentificación de sus actividades económicas.
La ciudad poshistórica, opuesta a las dos visiones anteriores, presenta un nuevo urbanismo basado en tendencias históricas, e implementado con códigos arquitectónicos que pretenden introducir una nueva lectura, con el peligro de generar una desintegración formal del objeto entre sí y con su entorno.
Desde la visión sociológica, con parámetros netamente existencialistas, se plantea la ciudad desde la sociedad que la habita.
Analicemos las cuatro formas de ver la ciudad a partir de lo social:
La ciudad Global, ajustada a un sistema económico de oferta y demanda, de producción y consumo, amparado en la comunicación, sin estar determinados por el espacio físico. Esta visión urbana genera una nueva lectura de ciudad: la Metápolis, en donde los medios urbanos, oferta y servicios se integran a través de la res global de comunicaciones generando una nueva forma de ciudad sin espacio físico.
La ciudad Dual, que se alimenta por las contradicciones humanas de clase, raza y nacionalidad, definidoras de su espacialidad y segregación, muestra oculta dos caras de una misma ciudad, donde los bordes urbanos de la fragmentación toman sentido. Este proceso de marginalización es llamado gentrificación.
La ciudad del espectáculo, que según Jean Baudrillard, circula entre lo ocioso, lo cultural y el consumo, sumando escenarios que afectan lo económico, en una descarada simulación de ciudad.
La definición de Ciudad Sostenible como modelo urbano, se puede definir al igual que la expresión desarrollo sostenible que según el Informe Brundtland (UNCED, 1987), “«… es el desarrollo que satisface las necesidades actuales sin poner en peligro la capacidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades»
Desde la visión organicista, encontramos:
La ciudad como naturaleza, se basa en la aplicación de fenómenos naturales para representar el crecimiento y la complejidad de un conglomerado urbano, enfrentando aspectos antagónicos, propios de lo natural como la armonía y la belleza versus el caos y la multiplicidad.
Analiza la ciudad como un ser humano, basado en mediciones antropomórficas, inyecta a la ciudad caracteres propios de los seres vivos, desde los primitivos conflictos, caos, enfermedades, hasta lo armónico y saludable.
La ciudad vivida, es una visión fenomenológica nacida de las vivencias e interpretaciones que cada ciudadano da de su hábitat llamada “ciudad de los sentidos” negando los planteamientos urbanos de la modernidad.
Por último la visión tecnológica de la ciudad, dividida en La ciberciudad, se determina por dos componentes conceptuales: el ciberespacio como en “lugar de estar”, por donde se circula como si se tratara de un medio físico tangible; y el cibernauta que es el ser-habitante de ese espacio virtual. Este nuevo “territorio” permite la rotura de lo material y del desplazamiento físico, reformulando el urbanismo.
Ensayo presentado en la cátedra de PENSAMIENTO URBANO ARQUITECTÓNICO CONTEMPORÁNEO II dentro de la Maestría ARQUITECTURA CUIDAD E IDENTIDAD de la UNIVERSIDAD NACIONAL EXPERIMENTAL DEL TÁCHIRA
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