ARQUITECTURA Y FENOMENOLOGÍA
En el intento de redescubrir la arquitectura nos tropezamos con un lenguaje contemporáneo producto del capitalismo, que llama a la arquitectura a desenvolverse dentro del ámbito de la espectacularidad, frutos del capital, el poder y de los avances tecnológicos, que supera los conceptos y toma parte activa en los procesos de producción y en el poder de decisión, sumergiéndonos en una arquitectura de la forma como expresión simbólica, pero sin identidad.
El movimiento moderno murió, y de su herencia se desencadenaron, nuevos postulados formales, sin historia, que decidieron, romper con las relaciones forma, función y estructura, afirmando con Bruno Zevi que la historia de la arquitectura se reduce a “fotografías arquitectónicas”
[1]Esta arquitectura sin identidad, aliada con la alta tecnología, creó un mosaico superpuesto de escenografías, maquillando estructuras con acero y vidrio, queriendo aparecer como un arte conceptual, al que debe reconocérsele un valor intelectual, pero que no se apoya dentro de un concepto filosófico, ni histórico diferente a romper con lo establecido.
Esta expresión plástica de la arquitectura que se basa en un manejo geométrico a nivel sintáctico pretende violar el espacio a través del manejo de roturas de la planta y el alzado.
El ansia de crear un nuevo lenguaje ha llevado a los arquitectos a agotar todos los recursos formales creando una arquitectura en agonía y que la ha bautizado según su conveniencia, generando una arquitectura de moda y que al final, como la moda, cada uno termina vistiendo sus edificios como mejor sienta, creando arquitectura de poder, de ambición, de snobismo y de ignorancia.
El nuevo milenio trae consigo la necesidad afanosa de buscar y utilizar nuevas tecnologías, conceptuando lógica constructiva y económica. La arquitectura se vuelve transdisciplinaria, la expresión arquitectónica de un objeto corresponde al capricho formal de la búsqueda rebelde de un "nuevo estilo", y no resultado de la conjugación de una idea en donde el significado transmita un significante y pueda enviar a los que tenemos "ojos para ver" una doble lectura que es la que da en sí el sentido a la arquitectura, generando así, una arquitectura desde el concepto, desde la forma y las ciencias aplicadas, llena de espectacularidad formal, pero ecléctica y vacía, como dice Ernst Cassirer en su libro La filosofía de las formas simbólicas “El concepto en cuanto tal – según parece ahora – no es capaz de penetrar nunca por fuerza propia en la realidad, pues sigue pendiente se sus propias configuraciones y creaciones, denominaciones y significaciones. La sensación, por el contrario, ya no es meramente significativa o simbólica, no es un mero signo del ser, sino que lo entrega y lo contiene en su multiplicidad inmediata.”
[2] Así, la conservación o la rotura de la forma, el uso de materiales de vanguardia, o la aplicación de tecnologías de punta, no debe ser la finalidad de la obra arquitectónica, sino el resultado de un manejo de una idea elemental que se exprese formal funcional y estructuralmente, en donde geométrica o ageometrícamente se conjugan “lo bello, lo firme y lo útil” en cada uno de los espacios, que deben ser considerados como parte indivisible del objeto arquitectónico y este a su vez como un elemento constitutivo del entorno urbano.
Se hace entonces necesario volver al fundamento primario de la arquitectura y reconocerla como rama de la filosofía, es decir, entender la teoría de la arquitectura como un conocimiento filosófico. Comprender los proyectos construidos, basados en la teoría de la arquitectura desde la óptica de la reflexión cognitiva, enseña al arquitecto considerar el objeto arquitectónico como un todo ligado que envuelve no solamente el querer del arquitecto, el manejo del material para lograr una forma, sino también al hombre y su entorno que es fin último de la arquitectura. “La esencia del construir es el dejar habitar. La cumplimentacición de la esencia del construir es el erigir lugares por medio del ensamblamiento de sus espacios. Sólo si somos capaces de habitar podemos construir.”
[3]Basado en esta certeza donde la arquitectura deja de ser una simple ejecución de modelos preestablecidos, para pasar a ser el desarrollo de toda una realidad en función del hombre, es donde me atrevo a afirmar que no solo basta el entrenamiento académico - teórico, ni empírico - práctico, sino se hace necesario ubicarnos, a partir de un conocimiento emancipatorio, dentro del una certidumbre que transciende los limites del tiempo y el espacio y logra encausar la energía en forma de materia para lograr a través de lo que algunos llamamos creación y otros llaman simplemente diseño, desarrollemos de espacios habitables, que van desde la vivienda hasta la megalópolis.
Lo anterior nos obliga entonces volver a aprender la arquitectura; volver a los orígenes, a la idea primigenia y desconocer todo lo que hasta ahora se nos enseño como arquitectura, y a partir del no saber. Al respecto Jean Lescure, estudiando la obra del pintor Lapicque afirma: “Aunque su obra testimonia una gran cultura y un conocimiento de todas las expresiones dinámicas del espacio, no las aplica, no la convierte en recetas… es preciso, pues, que el saber vaya acompañado por un olvido igual del saber mismo. El no saber no es una ignorancia sino un difícil acto de superación del conocimiento. Solo a este precio una obra es, a cada instante, esa espacie de comienzo puro que hace se su creación un ejercicio de libertad.”
[4] Si el no saber, el negar lo sabido hace que la imagen nazca de la ingenuidad de la conciencia, como un fenómeno de la libertad; entonces, si es posible, desde esa idea pura, desde la intuición, volver a aprender a hacer arquitectura aplicando los fundamentos de la fenomenología, “… esta transubjetividad de la imagen no podría ser comprendida en su esencia, únicamente por los hábitos de las referencias objetivas. Solo la fenomenología – es decir la consideración de surgir de la imagen en una conciencia individual – puede ayudarnos a restituir la subjetividad de la imágenes y a medir la amplitud, la fuerza, el sentido de la transubjetividad de la imagen.”
[5] así, podemos, sin temor a equivocarnos, plantear el debate a nivel epistemológico, cuestionándonos ¿Cómo se puede lograr el conocimiento?
En esta aplicación de fundamentos no se debe entender la fenomenología como una teoría del conocimiento; la concepción de una arquitectura fenomenológica, parte del análisis descriptivo del mundo conocido, de experiencias subjetivas de donde recoge imágenes propias y personalísimas, nacidas de la interioridad, mi verdad absoluta, no compartida, que pretenda la interpretación de los símbolos recibidos, de los significados del mundo y que los devuelva interpretados a través de una idea materializada que contiene una doble lectura que convierta el significado en significante y transmita sin deformaciones, en un lenguaje cifrado su realidad. Al respecto vale la pena volver a citar a Gastón Bachelard en su libro La Poética del Espacio “Para iluminar filosóficamente el problema de la imagen poética es preciso llegar a una fenomenología de la imaginación. Entendamos por esto un estudio del fenómeno de la imagen poética cuando la imagen surge en la conciencia como un producto directo del corazón, del alma, del ser del hombre captado en su actualidad.”
[6]Hacer arquitectura a partir de la fenomenología, permite la materialización de una idea pura, libre de los paradigmas que impuso la posmodernidad, admite la interpretación de una idea a través de un objeto, sin ser deformado por conceptos, estilos, tendencias, paradigmas, criterios o normas. “Si logramos liberarnos de todas estas interpretaciones, si logramos descorrer el velo de las palabras, el cual nos oculta la verdadera esencia de las cosas, entonces nos encontramos cara a cara con las percepciones originarias y, en ellas, con las últimas certidumbres del conocimiento”
[7]La arquitectura fenomenológica, coloca al arquitecto en línea directa con la creación, y sin falsas modestias, lo sublima al carácter de “sacerdote”; título que ostentaban los arquitectos de la antigüedad. El arquitecto es responsable de la continuidad de la obra creadora, y es su deber volver sobre los pasos de la historia romper lo preestablecido por el dogma y dignificar la profesión, entendiendo cual es la función real en el desarrollo de la sociedad, ideando y materialización objetos de arquitectura, artefactos habitables, a partir de una idea pura, sin la mácula del paradigma, sin el peso de lo establecido; una arquitectura, desde la libertad.
BIBLIOGRAFIA
Cassirer, E. (2003). La filosofía de las formas simbólicas III. México: Fondo de cultura económica.
Bachelard, G. (2006). La poética del espacio. México: Fondo de cultura económica.
Lescure J. (). Lapicque. : Editorial Galanis.
Zevi, B. (1969). "Architectura in nuce. Una definición de arquitectura".
Madrid: Aguilar Ediciones.
Heidegger, M (1951). Construir, Habitar, Pensar. Darmstadt, Alemania.
[1] Zevi, Bruno (1969). "Architectura in nuce. Una definición de arquitectura". Madrid: Aguilar Ediciones.
[2] Cassirer, Ernst (2003). La filosofía de las formas simbólicas III. México: Fondo de cultura económica. Pag. 13
[3] Heidegger, Martín (1951). Construir, Habitar, Pensar. Darmstadt, Alemania.
[4] Lescure, Jean. Lapicque. : Editorial Galanis.
[5] Bachelard, Gastón (2006). La poética del espacio. México: Fondo de cultura económica. Pag.10
[6] Bachelard, Gastón (2006). La poética del espacio. México: Fondo de cultura económica. Pag. 9
[7] Cassirer, Ernst (2003). La filosofía de las formas simbólicas III. México: Fondo de cultura económica. Pag. 14